El coronavirus ha ocasionado el primer descenso interanual en la contratación de personas con discapacidad desde hace 8 años. La contratación de profesionales con discapacidad se desploma un 29% en el año de la pandemia.
Ocho meses después de la declaración del estado de alarma, las fuentes oficiales de información permiten dibujar un primer panorama del impacto de la COVID-19 en el empleo de las personas con discapacidad. Y aunque el año todavía no ha concluido, las cifras actuales invitan a pronosticar un 2020 que nos dejará, por primera vez en 8 años, una caída interanual en la contratación de profesionales con discapacidad.
Así, el único descenso en la contratación de personas con discapacidad se produjo entre los años 2011 y 2012 y, en todo caso, fue una disminución casi anecdótica (-1,7%), muy alejada del 29% que se ha registrado entre los meses de octubre de 2019 y octubre 2020, y que vaticina un final de 2020 en el que la contratación de personas con discapacidad habrá caído en torno a un 25%.
“El descenso de las contrataciones está afectando a todos los profesionales; sin embargo, en el caso de las personas con discapacidad el riesgo de exclusión es doble, en la medida en que sus posibilidades de empleo no solo se ven empañadas por la crisis, sino por prejuicios y estereotipos que lastran su contratación”, afirma Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco.
“No podemos permitir que la COVID-19 suponga un retroceso en las conquistas sociales que habíamos alcanzado en los últimos años, en los que las que las personas con discapacidad venían registrando una presencia creciente en el ámbito laboral”, añade.
Diversidad e inclusión
Según Mesonero, “resulta fundamental impulsar políticas activas de empleo que les conecten con nichos de empleo emergentes y les doten de competencias digitales, así como de otras habilidades clave para competir en el mercado de la COVID. Por otra parte, las estrategias de diversidad, equidad e inclusión, son más necesarias que nunca, no solo como generadoras de empleo para las personas con más dificultades, sino como eje crítico de competitividad para que las organizaciones sean más creativas, resilientes e innovadoras”, agrega Mesonero.