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Astrid Fina, la sonrisa de la superación

Vidas Insuperables les cuenta una historia de película, la de una barcelonesa a la que la amputación de un pie cambió radicalmente su vida.  Ahora es una de las mejores ‘riders’ de snowboard del mundo.

La historia de la ciencia y la tecnología no pueden entenderse sin Nicolás Copérnico y la revolución que significaron sus planteamientos. De hecho da nombre a una de las metáforas más utilizadas en el lenguaje para reflejar un cambio radical, dar un giro copernicano.

Al igual que Copérnico cambió la ciencia o Inmanuel Kant la filosofía, una joven barcelonesa representa la esencia de un giro copernicano a nivel social. Ejemplifica el valor de la tenacidad, que la han convertido en una heroína y un ejemplo de pundonor para los demás.

Pese a los momentos de gran dureza personal que ha pasado, Astrid Fina es una persona positiva, que transpira optimismo en cada una de sus palabras. Es la sonrisa de la superación.

A sus 33 años, es una de las mejores ‘riders’ paralímpicas del mundo y, por supuesto, un icono de los deportes de invierno en España y la más firme promesa de medalla para los Juegos Paralímpicos de Invierno de 2018 de Pyeongchang (Corea del Sur).

La vida de Astrid es de película. Un camino en el que un accidente de tráfico,  en vez de truncar su trayecto vital, le dio una nueva oportunidad y en el que, como ella dice habitualmente, cambió un pie por una vida mejor.

Hasta el año 2009, el devenir de Astrid era como el de la mayoría de jóvenes con apenas 25 años. Trabajaba en una tienda cerca de la Catedral de la Sagrada Familia, hacía spinning casi todos los días para estar en forma, salía con los amigos y disfrutaba de su día a día como el resto de personas.

La decisión más difícil de su vida

Todo cambió por un semáforo. Ella iba en moto. La luz verde se encendió para y arrancó, pero en el otro lado de la vía un vehículo no respetó el rojo de su semáforo. Ambos colisionaron y su pie derecho quedó atrapado y destrozado entre la moto y el automóvil. Si vida, tal y como la había conocido, había puesto un punto y final.

Quizá aquel semáforo le había dado luz verde para una nueva vida, pero ella lo desconocía en ese momento. Máxime, porque los siguientes años fueron toda una prueba para Astrid. Después de 13  operaciones, de infecciones bacterianas de quirófano y de un sinfín de adversidades, la joven barcelonesa tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida.

“Me dijeron que podía salvar el pie, pero se quedaría sin funcionalidad, o, en su defecto, que podía tomar la decisión de amputarlo y poner una prótesis. Tuve muchas dudas, muchas semanas de indecisión, miedo a lo que llaman el miembro invisible”, recuerda a Vidas Insuperables.

“Curiosamente, en la calle donde vivía había una asociación de personas amputadas y me acerqué a conocer casos reales. Verlo de primera mano me ayudó a superar mis temores y decidí tomar la decisión de amputar”.

Aunque la propia decisión de cortar su pie derecho tuvo también muchas complicaciones médicas, la resolución de Astrid ante esa tesitura harto complicada iba a dar el giro copernicano a su vida.

El ‘snow’, un punto de inflexión

Apenas unos meses después de pasar ese calvario, su amigo y a la postre profesor, Kiko Caballero, la animó a que se subiera a la montaña con él para probar el snowboard adaptado.

“La experiencia me encantó. Jamás lo había practicado, pero me hacía sentir libre y olvidarme de la amputación. Sólo unos días después el propio Kiko me animó de nuevo a que me presentara a unas pruebas que iban a hacer para la selección nacional. Fui la única chica y me cogieron”, explica.

El giro copernicano seguía consolidándose en su vida. De hecho, apenas un año después, en 2014, en los Juegos Paralímpicos de Sochi, para sorpresa de todo el mundo, conseguía un meritorio diploma olímpico que sabía a medalla. Era casi una novata del snowboard adaptado y había estado entre las mejores del mundo.

Su vida había un experimentado un cambio radical inimaginable años antes. “Jamás se me había pasado por la cabeza competir. Nunca había pensado ser deportista de alta competición. Todo era un sueño”.

Sin embargo, poco a poco, este deporte de velocidad, saltos, riesgos y adrenalina la iba cambiando. “Competir me provoca una adicción positiva. Me sube la adrenalina y saca de mí un carácter competitivo que desconocía”, señala con su sempiterna sonrisa.

Ella es una de las caras del equipo Se Salen de Liberty Seguros, un proyecto de puesta en valor de deportistas paralímpicos al que Astrid está muy agradecida. “Supone mucho orgullo personal, pero también una responsabilidad saber que muchas personas te toman como ejemplo, aunque me alegra saber que mi caso sirve de superación para otras personas y poderlas ayudar con consejos en los momentos complicados”.

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