Los farmacéuticos hospitalarios son uno de los engranajes más importantes de los centros sanitarios. A raíz de la pandemia, su actividad se ha hecho más visible y fundamental para poder sacar adelante a los pacientes COVID-19 y para el tratamiento y suministro de las vacunas que pondrán fin a este año “increíble”.
Hace ya un año que se confirmaron los primeros casos de COVID-19 en España, unos contagios que parecían lejanos para la mayoría de la sociedad y que al final nos pilló a todos de lleno. En este año, la mirada de los medios de comunicación se ha fijado constantemente en los centros hospitalarios, donde día tras día los profesionales han trabajado de forma incansable para sacar adelante a los pacientes durante esta pandemia.
En estos centros hemos podido comprobar la labor que hacen los médicos, enfermeros, auxiliares, pero también la de los farmacéuticos hospitalarios, uno de los principales engranajes que permiten que los hospitales funcionen a pleno rendimiento y con la máxima coordinación.
Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, “el 2020 ha supuesto un antes y un después para los más de 2.000 farmacéuticos colegiados que desarrollan su labor en el ámbito hospitalario”, un cambio que les ha llevado a ‘reformar’ completamente todos los protocolos de actuación y los circuitos internos a la hora de tratar la medicación.
Un salvavidas para los pacientes
En su día a día, los farmacéuticos hospitalarios trabajan para luchar contra las distintas enfermedades y patologías que tienen los pacientes, no sólo los que se encuentran hospitalizados, sino también los que acuden a los hospitales de día para sesiones de quimioterapia entre otras, además de suministrar a determinados pacientes crónicos la medicación específica que no dispensan las farmacias comunitarias.
“Para los pacientes somos un salvavidas, pero por otro lado es un medio tan hostil, ya que la medicación que ponemos en el hospital es para las enfermedades más graves. Nosotros trabajamos mucho con el paciente oncológico y de cuidados intensivos. Un paciente que va con una apendicitis casi no recibe medicamentos. Mis hijos cuando van a Urgencias me dicen “te creerás muy importante en el hospital, pero no he visto ni un medicamento””, explica Ana Herranz, vocal nacional de Farmacia Hospitalaria del Consejo General.
Para el hospital, considera que son el ingrediente invisible del centro que se encarga de una de las misiones más importantes: “que los medicamentos lleguen a cada paciente de forma segura y que no haya errores en su medicación”.
Para ello, en cada centro cuentan con un equipo de profesionales farmacéuticos que cuidan al mínimo detalle los tratamientos de cada paciente, porque cada uno de ellos es único, ya que las dosis son distintas dependiendo del peso, edad y los marcadores genéticos de cada enfermo.
En el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, el departamento donde trabaja Ana cuenta con más de cien personas, uno de los más grandes del complejo, que en el último año han visto cómo su trabajo se doblaba y han tenido que salvar obstáculos en las primeras semanas de pandemia, como fue el replanteamiento de los circuitos que utilizan para poder suministrar las medicaciones.
“Hemos modificado casi todo”
Cada día, los farmacéuticos hospitalarios preparan las distintas dosis de los pacientes ingresados, así como las de los oncológicos de los hospitales de día y los pacientes crónicos. Para diferenciar las distintas situaciones estos procesos se dividen en circuitos, de tal forma que haya un control exhaustivo con el fin de que las medicaciones lleguen a su destino.
Sin embargo, el COVID-19 produjo una revolución en este área donde, de un día a otro, hubo que montar un circuito nuevo y modificar todos los demás para que siguieran funcionando sin alteraciones.
“Hemos modificado casi todo. Desde como se ha trabajado en equipo hasta la puesta en marcha del trabajo telemático, la atención a los pacientes por vía telemática y una mayor atención a los equipos asistenciales”, explica Olga Delgado, presidenta de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria.
Aunque pueda parecer que esta pandemia ha producido caos, la situación ha sido totalmente distinta gracias a la colaboración estrecha que han mantenido con la administración sanitaria y al trabajo en equipo entre los distintos grupos de farmacéuticos que han remado todos en una misma dirección: salir adelante y vencer al virus.
También Alicia Herrero, vocal de Farmacia Hospitalaria del Colegio de Farmacéuticos de Madrid asegura que esta situación les ha cambiado toda la estructura por completo. “Ha sido como ir a un hospital nuevo de otra patología diferente a lo que nosotros estábamos acostumbrados”.
Pero este no ha sido el único reto al que se han enfrentado durante la parte más crítica de la pandemia, ya que el desabastecimiento de determinadas medicaciones también les ha supuesto un cambio muy drástico a la hora de realizar los pedidos.
“La palabra para definir el último año es increíble. Además de los cambios de protocolo de la noche a la mañana, que fueron muy inesperados y fuera del procedimiento habitual, lo más complicado fue complicado el tema de los medicamentos. No solo los que teníamos, sino los que íbamos a necesitar al día siguiente como la kaletra o la hidroxicloroquina”, añade Herranz.
Sin embargo, las tres farmacéuticas hospitalarias coinciden en que estos obstáculos han sido más fáciles gracias a la unión que ha habido en cada uno de los departamentos, donde los equipos han dejado atrás sus ‘piques’ por sacar adelante un tratamiento antes que otros, sumando todos los esfuerzos que esperan que sigan así de aquí en adelante.
El lado positivo de la pandemia
Como esta acción conjunta, los farmacéuticos de los centros hospitalarios han sacado también otras conclusiones positivas de la crisis del COVID-19, como ha sido la visibilidad y relevancia que han tomado en los últimos meses gracias a los avances científicos que no sólo se han desarrollado en los laboratorios de las compañías farmacéuticas, sino también en el ámbito sanitario.
“La pandemia nos ha dado mucha visibilidad porque ha llegado a la sociedad el lenguaje de los ensayos clínicos que nunca había llegado, como lo que es un fase 1 o un fase 2”, matiza Ana, que espera que sigan estando presentes en los medios para poder explicar también a los ciudadanos cuáles son los medicamentos con los que se pueden cuidar y curar mejor.
Nos hace falta mucha cultura sanitaria desde pequeños, como se dan otras clases de temas generales”
En este sentido también Alicia piensa que “cuando eres un protagonista más en época de pandemia como la que hemos sufrido y hemos dado respuesta a muchos problemas que han surgido pues sí, ganas visibilidad”
Otra de las cosas positivas ha sido el impulso de la telemedicina, que ha permitido “acercar el tratamiento a los pacientes crónicos a sus domicilios y no al revés como se hacía hasta ahora”, añade Olga.
La vacuna, la esperanza de toda la sociedad
Otro de los retos que han tenido que afrontar los farmacéuticos hospitalarios en los dos últimos meses es la protocolización de la administración de la vacuna contra el COVID-19, uno de los grandes hitos de las últimas décadas, sobre todo por el pequeño periodo de tiempo que ha tardado en desarrollarse.
Alicia recuerda el día que llegaron estos fármacos que dan esperanza a todo el mundo, en plena borrasca Filomena. “Si te enseño las fotos de ese día nadie pensaría que estamos en Madrid”, bromea la profesional, que añade que fue complicado. Antes de ese momento, todos los hospitales tuvieron que llevar a cabo un meticuloso plan de conservación y posterior administración de las dosis.
“Son medicamentos con un manejo un poco especial en temas de conservación y era necesario tener todo preparado para que la vacuna se pudiera conservar de una manera adecuada”, explica Olga, ya que cada una de las vacunas que conviven (Pfizer, Moderna y AstraZeneca) tienen unas peculiaridades distintas.
Pero para ellas, el momento más emotivo ha sido el de la vacunación, en el que la farmacia hospitalaria también ha participado activamente a la hora de preparar las dosis, que va más allá de introducir en la aguja el fármaco. “Las vacunas se caducan a las 6 horas una vez cargadas, por lo que prácticamente trabajamos para la hora siguiente, porque conjugamos la programación de los que tenían que vacunarse”, dice Ana.
Durante la vacunación han vistos momentos muy emocionantes, desde llorar a médicos intensivistas que han pasado los últimos meses luchando para que los pacientes covid salieran adelante hasta sanitarios que han decidido hacerse redes sociales para poder compartir la instantánea con la etiqueta #yosimevacuno.
Un camino muy ambicioso queda por delante
“Nos hace falta mucha cultura sanitaria desde pequeños, como se dan otras clases de temas generales. Cómo le explicas muchas veces a una persona que va al médico con un auto test, y que solo quiere que le pongas la medicación que ellos dicen, que esa medicación no solo depende de esa prueba, y que el compromiso con el tratamiento o el llevar una vida saludable también influye en su salud. Es necesario seguir manteniendo esa visibilidad en nuestra sociedad para poder ofrecer esa cultura del medicamento”, concluye Ana.