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Héctor Cabrera, el Zelezny de la resiliencia

Fuente: Héctor Cabrera.

El atleta valenciano decidió con sólo 11 años convivir con una enfermedad visual degenerativa. Ahora, es uno de los mejores jabalinistas del mundo. “Mi discapacidad me ha dado mucho más de lo que me ha quitado”. Vidas Insuperables les cuenta su historia.

Héctor se levanta a las 6.30 horas. Desayuna, coge un tren desde Gandía hasta Valencia y estudia toda la mañana Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Cuando termina coge otro tren para ir a Oliva, donde entrena hasta las 20 horas, aproximadamente; ve a sus padres, cena con ellos y, posteriormente, vuelve a Gandía, otra vez en transporte ferroviario, donde reside con su pareja.

Fuente: Héctor Cabrera.

Después de casi 170 kilómetros en tren a diario, en su vida hay poco tiempo para lo superficial. Aprovecha cada minuto del día porque tiene una inquietud vital, pero quizá también porque desde los 9 años aprendió a superar las barreras en su vida.

Héctor Cabrera Llácer (Oliva, Valencia, 9/3/1994), es uno de los mejores lanzadores del mundo de jabalina y convive desde esa temprana edad con el Síndrome de Stargardt, una degeneración macular que hace que la persona que la padece sufra una pérdida de agudeza visual progresiva.

El atleta valenciano tiene en estos momentos un 5 por ciento de visión, pero es una muestra de tenacidad, dedicación, pundonor y laboriosidad.  En uno de los pocos huecos que tiene a lo largo del día, en el desayuno de la Facultad,  cuenta su historia a Vidas Insuperables.

2 años eternos de médicos

“La discapacidad visual me ha dado más de lo que me ha quitado”, afirma con rotundidad. Su enfermedad empezó a manifestarse de pequeño. “Cada vez me acercaba más para ver la televisión en casa o a la pizarra en el colegio. A los 9 años, comenzaron a hacerme pruebas”. Un periplo médico que duró dos años eternos para Héctor.

Fuente: Héctor Cabrera.

“Como todos los padres, los míos se afanaban en buscar una solución y un tratamiento para mi enfermedad. Pero después de tantas pruebas y especialistas, a pesar de que sólo tenía 11 años, estaba agotado. No podía más. Escuchaba cosas a través de las puertas de los especialistas que un niño no tendría que conocer. Cuando estaba a punto de ir a médicos de Estados Unidos hablé con mi madre y le dije que prefería convivir con mi enfermedad. Mi madre me miró, lloró, pero aceptó mi punto de vista”, recuerda.

En un alarde de madurez impropio de su edad, Héctor había empezado a escribir la historia de una Vida Insuperable. “La pérdida de visión no me impedía una vida llena de normalidad, con amigos, en los estudios, en el deporte…Recuerdo que, incluso, me ponía de portero en el fútbol y no lo hacía mal– bromea – gracias a mis reflejos”.

Indudablemente, había nacido para practicar deporte. Hace poco más de 8 años, se inscribió en un curso deportivo de la ONCE. A partir de ahí, la evolución fue meteórica.

El lanzamiento de la superación

Enseguida se decantó por el atletismo casi en todas sus disciplinas, pero, poco a poco, se fue especializando en el lanzamiento de jabalina, en concreto, a raíz de un encuentro internacional en Lituania, donde puso de evidencia su gran proyección. Había nacido el Jan Zelezny – el mejor jabalinista de la historia -español.

Cada año, daba un paso más en su evolución: primero en el Campeonato de España IPC en 2013; oro en el Campeonato de Europa en Swansea en 2014; quinto en el Campeonato del Mundo de Doha en 2015; plata en el Campeonato de Europa en Grosseto en 2016; quinta en los Juegos Paralímpicos de Río en 2016; y bronce en el Mundial de Londres de este año.

Rememora con cierto sabor agridulce el diploma olímpico de Río. “Tuve muy cerca la medalla, pues estaba por encima incluso de mis marcas, pero probablemente me pudo la presión de los Juegos”, en los que también fue diploma olímpico en peso (octavo puesto).

Desde el prisma de los años, el atleta de Oliva tiene claro que su situación sólo le ha reportado beneficios personales. “Es duro saber que un día puedes perder la visión, pero también te hace valorar las cosas”.

Fuente: Héctor Cabrera.

 

“Soy una persona completamente feliz y todos los días pienso que sin esta discapacidad no hubiera podido llegar a donde estoy, dedicándome profesionalmente al deporte, estudiando, viajando y conociendo gente maravillosa. No puedo lamentarme, porque mis circunstancias han sumado mucho más de lo que han restado”.

Seguramente por ello, el lanzador levantino tiene puestas sus ilusiones en que su historia sirve a ayuda a otras personas. “Me gustaría poder compartir mis experiencias con personas que se encuentran en situaciones parecidas. Las barreras nos las ponemos nosotros mismos. Siempre hay una salida para casi todas las situaciones complicadas”.

En ese contexto, asegura sentirse muy agradecido de poder estar en las iniciativas solidarias impulsadas por el Proyecto FER de la Comunidad Valenciana como las visitas a las Casas Ronald McDonald, a la que fue el día 28 de diciembre, donde “puedes hacer sonreír a los niños”.

El apoyo de FER, la beca del Plan Adop  y el respaldo de GMA Sport Nutrición,  la firma de gafas deportivas LensSport, y Nordic Sport, que le aporta las jabalinas,  le permiten dedicarse profesionalmente, en cuerpo y alma, al atletismo. Su próximo reto será en el Europeo de Berlín, donde espera volver a recuperar el cetro continental.

Esta es la historia de Héctor Cabrera, en cuya vida vertiginosa lo menos especial es el Síndrome de Stargardt. Lo diferencial es su esencia, la de un deportista que transmite el germen de la resiliencia, la capacidad para superar y sobreponerse a las adversidades.

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