Varias víctimas dan a conocer sus testimonios, reclaman visibilidad y exigen medidas que tengan en cuenta a las mujeres y niñas con discapacidad.
Sufren una doble discriminación, la de ser mujer y la de tener discapacidad, a lo que se ha añade la lacra de la violencia de género, especialmente dura en los últimos meses de confinamiento.
A través de la Fundación CERMI Mujeres, varias de ellas, con discapacidad y supervivientes a la violencia, han compartido sus testimonios, en los que reclaman una mayor visibilidad de este problema y exigen que las medidas que adopten las administraciones para luchar contra esta lacra tengan en cuenta siempre a las mujeres y niñas con discapacidad.
Manoli, una mujer sordociega, reivindica la necesidad de que existan suficientes intérpretes, ya que son “muy importantes” para que “podamos ser independientes y en caso de violencia, nosotras podamos denunciar”, porque “los recursos que existen, no son accesibles para mujeres sordociegas”.
Otra mujer, que prefiere quedarse en el anonimato, afirma que “durante años perdí el control de mis ingresos, mi agresor me golpeaba y me encerraba bajo llave”. Tras diez años, esta abogada latinoamericana con discapacidad visual, pudo “romper el ciclo de violencia”, algo en lo que juega un papel importante el contar con apoyos para trabajar la autoestima. “Necesitamos organizaciones como CERMI Mujeres para dar un acompañamiento personalizado, porque muchas mujeres piensan que no van a poder salir nunca de la violencia”, expuso.
Dos décadas junto a su maltratador
Raquel, explica que aguantó al lado de su maltratador hasta 22 años: “Empezamos a tener una vida en común, luego vinieron los hijos y llegaron las bofetadas. Te dice que no va a volver a suceder, lo crees y acabas incluso sintiendo pena por él. Hasta tres veces me fui de casa, porque todavía no estaba aprobada la Ley Integral contra la Violencia de Género. Pero gracias a la ayuda de seres queridos y profesionales, se puede salir”. Raquel, una mujer resiliente, dijo que ha podido rehacer su vida, está comenzando su segundo grado universitario y “me voy construyendo una felicidad moderada, como yo digo, pero felicidad al fin y al cabo”.
Rebeca es otra mujer con discapacidad sobreviviente a la violencia machista. Señala que tuvo incluso que cerrar un negocio propio por su pareja. “Pero gracias a una amiga que me abrió los ojos, vi la realidad, porque yo no había sido consciente de haber sido maltratada”.
“He sufrido mucho, he tenido policía vigilándome todo el tiempo, pero he conseguido salir. Lo he conseguido porque me ayudaron de una manera maravillosa en el CERMI Comunidad Valenciana”, recuerda Rebeca.