Cómo modelar tu vida con una parálisis cerebral como compañera de viaje
Nadadora de élite, periodista de profesión y ahora también modelo de la firma de zapatos ‘Irreverente Rosalía’, Anna Ortiz ejemplifica como nadie el lema ‘yomeatrevo’ en vísperas del Día Mundial de la Parálisis Cerebral.
“Lo que quiero hacer, lo intento. Al momento. Si mañana me levanto y pienso en algo que quiera hacer, voy y lo hago. No hay barreras que me puedan frenar, sí tambalear. Mi discapacidad hace que no camine, deambule, como la vida, que no es caminar, sino deambular. No veo los grises. Veo el blanco o el negro. Quizás la parálisis cerebral me ha hecho ser así”. Un nacimiento prematuro y casi cuatro meses luchando por salir adelante dentro de una incubadora fueron los causantes de que Anna Ortiz comenzara el viaje de la vida con una pasajera inesperada.
Porque esa parálisis cerebral que provoca un 70% de discapacidad en su cuerpo ha estado siempre presente en el día a día de Anna. ¿Un castigo? ¿Una condena? Ella prefiere mentarla en términos amistosos, de camaradería incluso, “para mí no es una enfermedad, es una compañera de viaje”, porque con el correr del reloj se han fundido indisolublemente en un solo ser, distinto a la generalidad que habita en la aldea global que es nuestro planeta, sí, pero ni mejor, ni peor, sino todo lo contrario. Es por eso que esta valenciana de 26 años con un coco privilegiado, puesto que esa diversidad funcional que vela sus sueños extiende los tentáculos sólo a nivel motor y de coordinación, defiende a los cuatro vientos ese ‘vive la difference’ que comparte con 120.000 personas en toda España en la víspera de su Día Mundial.
Nadie mejor que esta nadadora de relumbrón, campeona de Europa de los 50 metros braza en 2011 y con casi una cincuentena de medallas en los campeonatos de España, para desgranar, a través de Vidas INsuperables, la fuerza de los valores que encierra el lema ‘#yomeatrevo’ que la Confederación ASPACE acaba de lanzar como ariete de una campaña en redes sociales con la que pretende sensibilizar al gran público sobre un tipo de discapacidad física producida por una lesión cerebral y que afecta a la movilidad de las personas. Puede ir, además, acompañada de una discapacidad sensorial o intelectual en mayor o menor grado.
Anna la pasea con donaire en una silla de ruedas y rememora con satisfacción plena la cantidad de barreras que ha tumbado desde que sus padres la llevaran, siendo una cría, a clases de natación como tratamiento terapéutico. “He estudiado periodismo y conseguido un trabajo para ejercer mi profesión, pero la natación lo representa todo para mí. El agua la necesitas para vivir y a mí me ha dado la vida porque empecé con la fisioterapia y acabé compitiendo. En el agua no necesitaba la silla para desplazarme, era yo. La piscina es mi segunda casa. Cuando te ven dentro del agua, nadie te mira de forma diferente. En el asfalto, esa mirada cambia. No es que maten, pero sí que hieren”, revela.
No sucedió así en el caso de Noelia Tierraseca y Rosa Ferrero. Lejos de esa compasión que tan mal lleva la nadadora levantina, “porque esconde un ‘ojalá no me pase a mí’, como si la discapacidad fuera algo malo”, las diseñadoras y dueñas de la firma de calzado Irreverente Rosalía acertaron a discernir en el cuerpo y la mente de Anna la grandeza de un ser humano capaz de hacer la diferencia a partir del esfuerzo, el tesón y un deseo permanente de superación. Y se empeñaron en mostrárselos al mundo apostando por su paisana como la modelo que luciese su línea de zapatos ‘Irreverentes’. “Buscábamos a alguien que se saliese de lo común y que mostrase nuestros zapatos de forma diferente. Todos podemos vestirnos de un modo concreto, pero incluso en una mujer que utiliza a diario una silla de ruedas es inevitable fijarte en sus zapatos. Estos le otorgan una personalidad, que es justo lo que encontramos en Anna. Nos parecía una reivindicación necesaria en esta época en la que vivimos”, explica Noelia, una de las emprendedoras valencianas.
No quiero esconder mi diversidad funcional porque forma parte de mí, me ha hecho ser quien soy y lo que he logrado”
Su innovadora propuesta sedujo a Anna desde el minuto uno por varias razones de peso. “Los ideales eran los mismos, mismas ideas… Siempre lo he dicho: no quiero esconder mi diversidad funcional o compañera de viaje porque forma parte de mí, me ha hecho ser quien soy y lo que he conseguido. Creo que es la primera firma de zapatos que trabaja con una modelo con parálisis cerebral, y que además se desplaza en silla de ruedas. Así que es algo muy de agradecer porque son dos jóvenes y emprendedoras que acaban de empezar. Corrían un riesgo alto, en mi opinión”.
Para una amante del mundo de la moda como es la nadadora valenciana, que ya había hecho sus pinitos en alguna que otra iniciativa solidaria, lucir sus ‘Irreverentes’ le hizo sentir “como que cumplía un sueño. Ha costado porque llevaba muchos años detrás de esto, pero la sociedad se va dando cuenta de que la moda no está reñida con la discapacidad, se nos tiene que dar la oportunidad”. Y lanza un aviso para navegantes en tierra firme que encierra una verdad como un templo. “Al nacer nadie anda, oye, ni ve, todo eso lo vas adquiriendo en tu vida. Y esas capacidades físicas, psíquicas y sensoriales luego las vas a perder, así que toda nuestra vida vamos a tener una mal llamada discapacidad”.
A pesar de que la moda viaja por una galaxia demasiado alejada de la inmensa mayoría de los mortales, Anna la considera un vehículo idóneo para llegar a naturalizar la discapacidad. “Igual que se muestra en publicidad la diversidad racial, ¿por qué no la diversidad funcional, que es algo que entra dentro del género humano? No se hace porque la discapacidad parece que es algo que no te va a tocar, pero para mí es algo inerte, que llevo dentro”.
Familia, deporte y Vivir
Superar momentos difíciles en lo anímico, como el quedarse a las puertas de acudir a los Juegos de Londres, o físicos en forma de todas esas barreras u obstáculos que se ha ido encontrando desde que tomó conciencia de lo que iba su ‘compañera’, ha sido posible gracias a tres conceptos que conforman su particular credo. “Familia, porque los míos lo son todo. Y también los amigos, que es la familia que eliges. Sin ellos no estaría donde estoy o hubiera conseguido lo que he logrado. Ellos fueron los que aceptaron mi situación en un primer momento, y a partir de ahí, soy una más. Si hay que quitar la mesa, la quito, o lo que sea. Deporte, que ha hecho que pueda reforzar los valores que me enseñaron en casa para poder convivir con la parálisis cerebral. Y vivir. Vivo por y para mi familia. El deporte ha reforzado los valores, los pilares de mi vida: esfuerzo, superación, trabajo, sacrificio… Vivir es el eje que mueve esas otras dos ruedas”.
Una vida que no sería la misma si su compañera de andanzas no le hubiera obligado a reinterpretar el significado de la palabra superación. “Para mí es no rendirte, llegar o intentar saber hasta dónde puedes llegar. Es lo que la gente llama intento. Yo, en cambio, hasta que no lo consigo no voy a parar. Y al conseguirlo significa que te has superado a ti mismo. Ese es el éxito para mí”.
Superación para mí es no rendirte, llegar o intentar saber hasta dónde puedes llegar. La gente lo llama intento. Yo hasta que no lo consigo no paro”
Convencida, a su pesar, de que aún falta un largo trecho para desterrar de la sociedad los prejuicios hacia las personas con diversidad funcional, “habrá gente que diga que las cosas están cambiando, pero yo prefiero ser realista y creo que vamos a tardar. Si no hubiera prejuicios, no existirían las barreras arquitectónicas, entre otras cosas”, Anna Ortiz se acuerda de Sócrates, de quien sin duda habría sido una alumna aventajada en la Grecia Antigua, al hablar de los nuevos desafíos que la aguardan a la vuelta de la esquina. “La verdad es que no lo sé. Me gusta vivir el momento y, si viene algo, que venga por sorpresa, como lo de Irreverentes”. Difícil ser más insuperable.