El grito que convirtió a Kelvin Moon Loh en símbolo del autismo
La vida de este joven intérprete malayo cambió hace un par de años a raíz de un incidente sufrido por un niño autista durante una representación teatral. Desde entonces, se ha empeñado en sensibilizar al gran público sobre esta discapacidad y quienes la padecen.
Al actor de origen malayo Kelvin Moon Loh le quedó grabado aquel grito desgarrador en el rincón más profundo de su alma. Sucedió a fines de 2015 durante una representación de El Rey y yo en un teatro de Broadway, pero a Kelvin se le viene a la cabeza cada dos por tres y sigue sin poder comprender la intolerancia y falta de civismo de buena parte de los presentes con sus abucheos e insultos a una madre que había cometido el ‘delito’ de llevar a su hijo autista a disfrutar de la galardonada obra producida por Rodgers & Hammerstein. Una hermosa idea que se transformó en pesadilla cuando el chaval rompió a berrear en mitad de la obra y sus reiterados intentos por sacarle de la sala se estrellaron con la tenaz insistencia de su hijo por seguir asido a su asiento.
Semejante episodio no sólo provocó la indignación del cantante asiático hasta el punto de publicar en su perfil de Facebook pocas horas después del incidente una emotiva carta lamentando la reacción del público y rompiendo una lanza en favor de la madre y su legítimo derecho de llevar a su hijo al teatro, sino que fue el punto de partida de una cruzada personal para salvaguardar la igualdad de derechos de las personas con trastornos del espectro autista para asistir a cualquier espectáculo público, en especial al teatro.
El hecho de que su misiva se hiciese viral de inmediato en las redes (recibió más de 100.000 likes y fue compartida 23.000 veces a las pocas horas) allanó de algún modo el camino a sus reivindicaciones, que contaron ipso facto con el apoyo de numerosos familiares de niños con autismo, que aprovecharon la coyuntura para compartir sus experiencias. En los primeros meses de 2016, la persistencia de Moon Loh logró que la productora de ‘El Rey y yo’ alcanzara un acuerdo con la asociación sin ánimo de lucro Iniciativa del Teatro para Autismo (ATI) para la representación del gran éxito de Broadway del año anterior en exclusiva para personas con dicho trastorno psicológico en pleno corazón de la Gran Manzana.
Las compañías que representaban El Rey León, Wicked y Aladino se sumaron también a una iniciativa que fomenta desde 2010, a través de ATI, una serie de programas destinados a hacer que el teatro sea accesible para niños y adultos en el espectro del autismo y sus familias. Los espectáculos se realizaron en un ambiente amistoso y con pequeños ajustes a la producción, como la reducción de sonidos o luces enfocadas en la audiencia. Y, lo más importante, fueron el caldo de cultivo idóneo para extender la oferta de teatro inclusivo en Broadway a la presente temporada.
La desinteresada labor de Moon Loh en favor del universo autista no se ha detenido en el mundo del teatro. El joven actor afincado en los Estados Unidos ha sido recientemente uno de los más de 150 artistas que han colaborado, sin percibir un solo dólar, en el macro concierto ‘Arts for Autism’, celebrado a mediados del pasado junio en el mítico Teatro Gershwin neoyorquino, y que contó con la organización del ganador del último Premio Tony, Kelli O’Hara.
El espectáculo sirvió para la presentación en sociedad de Mina Cuesta, una soprano lírica de enorme talento que padeció trastornos psicológicos de tipo verbal durante su infancia. Sería precisamente la música el vehículo a través del cual la hoy intérprete encontraría el camino hacia la comunicación. “El amor de Mina por el teatro y el canto es contagioso y entrañable. Cuando canta resulta obvio que se siente más viva”, apuntaba Jacques Carnahan, director artístico y productor del evento. La propia Mina y Kelli O’Hara pusieron la guinda a la noche dirigida al mundo inclusivo con un prodigioso dueto que desató los siemprevivas de la entregada audiencia.
Entre los numerosos participantes en una velada que inspiró sentimientos de comprensión, aceptación, bondad y compasión, estaba también Andrew Duff, a la sazón productor multimedia de la asociación Autism Speaks y a quien diagnosticaron autismo a los dos años. El mundo de la representación teatral fue, en su caso, determinante para poner fin a su trastorno. “El teatro es un lugar de expresión, practicado con señales sociales. No hay realmente un bien o un mal. A mí me ha ayudado socialmente más que cualquier otra terapia que he tenido”. Si otras Minas o Andrews logran vencer en el futuro su particular batalla contra el autismo, será en buena parte gracias a la solidaridad y el enorme coraje de gente como Kelvin Moon Loh.
La carta de Moh que conmocionó las redes
Estoy enojado y triste. Acabo de bajar del escenario en la sesión de hoy y sí, algo pasó. Alguien llevó a su hijo con autismo al teatro. Dicho eso, este post no será como pensabas. Crees que criticaré a la mamá por haber llevado al niño que gritó durante un momento de silencio en la representación. Crees que voy a apoyar a una audiencia que recriminó a esa madre por haber llevado a su hijo al teatro. Crees que tendré solidaridad con mi propia compañía porque su actuación fue molestada por un ruido extraño que venía de algún lugar frente a ellos. No.
En vez de eso te pregunto: ¿cuándo fue que nosotros -las personas de teatro, actores y miembros de la audiencia- nos preocupamos tanto por nuestra propia experiencia que perdimos la compasión por los demás? El teatro para mí ha sido siempre una forma para examinar la experiencia humana y presentarla nosotros mismos. Hoy, algo muy real estaba pasando en el público. Sí, interrumpió la fantasía que suponía esta sesión, pero el fin último del teatro es unir a las personas, no sólo para entretener, sino para mejorar nuestras vidas cuando crucemos la puerta del teatro.
Esto ocurrió durante la ‘escena del llanto’, un momento intenso del segundo acto. Un niño comenzó a gritar en la audiencia. Sonaba como un grito de terror. Hace no más de una semana, durante la misma escena, una niña pequeña en la fila de enfrente, aparentemente no autista, grito y lloró fuertemente y nadie dijo nada. ¿Cuál es la diferencia? Su voz perforó el teatro. El público comenzó a unirse contra esa madre para que su hijo fuera expulsado. Escuché murmullos del tipo: “¿cómo puede traer a un niño como ese al teatro?”. Eso está mal, muy mal. Porque lo que no se vio fue a una madre tratando desesperadamente de acallar al niño. Pero su hijo no estaba ayudando. Lo que no vieron fue a una madre que desesperadamente suplicaba a su hijo mientras él se agarraba de la barandilla, berreando más aún para desafiarla.
No podía mirar para otro lado. Quería gritar, detener el show y decir: “Relájense. Ella lo está intentando. ¡¡¡¿¿¿No pueden ver cómo lo está haciendo???!!!!”. Hubiese hecho la obra entera de nuevo, devuelto el dinero de las entradas porque para ella llevar al niño al teatro es algo valiente. No saben cómo es su vida. Quizás tienen buenos días en los que él puede sentarse quieto y no hacer ningún ruido, y ésta fue una extraña ocurrencia. Quizás ella escogió no vivir más con miedo y rehusó a comprometer la experiencia de su hijo. Tal vez ella compró el asiento del pasillo de un espectáculo popular en caso de que se produjese algo como lo que ocurrió.
Ella pagó el mismo precio para ver el espectáculo que tu familia. Su plan, como el tuyo, era tener una gran tarde en el teatro, pero sus peores miedos se volvieron realidad. Te dejo con esto: los shows que tienen actuaciones especiales para audiencias autistas deben ser elogiados por sus esfuerzos para hacer teatro inclusivo para todas las audiencias. Pienso, como Joseph Papp, que el teatro fue creado para todas las personas. Creo en eso y también que estoy en una obra que es completamente familiar. “El rey y yo” en Broadway es justamente eso –amigable para la familia–, y eso significa familias completas, con o sin discapacidades. No sólo para actuaciones especiales sino para todas las actuaciones. Una noche en el teatro es especial, en cualquier noche que vayas. Y no, no me importa cuánto te hayas gastado en las entradas.