El palista granadino, que va camino de sus quintos Juegos, se revela como un gran guitarrista y un padrazo con las puertas de su casa abiertas a sus amigos.
Con cuatro Juegos Paralímpicos en su haber y 25 años en la élite, el palista Miguel Rodríguez vive, con el ojo oteando Tokio 2021, entre el tenis de mesa y la música, su otra gran pasión.
Miguel confiesa que es un apasionado del rock y de la guitarra. «Sí, la verdad es que me gusta mucho. Soy un autodidacta y tengo dos guitarras eléctricas con las que suelo practicar bastante a menudo».
Al preguntarle por cuál es su grupo favorito, no tiene ninguna duda: «Metallica. Los escuché en los años 80 y me parecieron unos monstruos. Son, sin duda, mi grupo referencia», indica.
Otros dos aspectos reflejan el carácter afable de Miguel. Es un padre tremendamente orgulloso de su hija, a la que señala como «un pilar fundamental en mi vida, que espero que me pueda acompañar a Tokio». Y, por otro lado, su hospitalidad: «Mi casa es la vuestra, y estáis invitados a comer paella cuando queráis». Comentan que se le da muy bien y que son exquisitas. Quizá haya que ir a probarla…
Con la ritmos rockeros en su mochila, el palista granadino es consciente de lo que significa estar en la máxima cita para un deportista. Y no quiere dejar pasar la oportunidad de estar en los de Tokio y, por qué no, conseguir una medalla. «Es la única que me falta. Tengo en Mundiales y Europeos, pero me falta la de unos Juegos. Trabajo, peleo y tengo la misma ilusión que el primer día».
«Para nosotros es un modelo a seguir, su trayectoria es impresionante, lo ha ganado todo. Con él me une una gran amistad, igual que con José Manuel Ruiz, que en Tokio cumplirá su séptima participación en unos Juegos. Ahí es nada».
Póker con buen rollo
El buen ambiente que hay en el seno de la selección española de tenis de mesa se refleja muy bien en las «timbas de póker. Unas veces gano, otras pierdo… Una vez sí que me enfadé con Alberto Seoane, pero siempre de buen rollo. Eso sí, el que tiene que mejorar, porque casi siempre pierde, es Jordi Morales. Tiene que aprender a mentir (risas)».
En ese contexto, los viajes son una tónica predominante en los deportistas de alto nivel. Cierto es que la mayor parte de las veces no tienen ni tiempo para visitar los países y las ciudades a las que se desplazan. Pero en este caso, el palista andaluz nos hace referencia a una de ellas que le sorprendió. «Una visita que hicimos a Chicago aluciné con el frío que hacía. Eran 25 grados bajo cero. Fue tremendo, se me quedaban las manos pegadas a la silla de ruedas», recuerda en las redes sociales del Comité Paralímpico.