El ‘do it yourself’ español que está ayudando a los farmacéuticos africanos
La Fundación El Alto lleva más de 15 años desarrollando distintos proyectos en África con un objetivo principal: que los farmacéuticos de los distintos hospitales sean capaces de ayudar a sus pacientes con medicación elaborada por ellos mismos.
El movimiento ‘do it yourself’ (o ‘hazlo por ti mismo’ en español) ha revolucionado en los últimos años a los más jóvenes de la sociedad permitiendo que consigan desarrollarse y aprender a valerse por sí mismos.
Sin embargo estas acciones no son tan novedosas, ya que las ONG llevan trabajando toda la vida con este método que sólo busca un fin: ayudar a los más necesitados y darles las herramientas y el manejo necesario para no necesitar a nadie externo.
El aprendizaje para construir colegios o casas, o la formación de profesorado en los países en vías de desarrollo para que puedan enseñar a los más pequeños son algunas de las acciones que más se visibilizan, pero otra de las patas más importantes es la de la salud.
Además de médicos, en estos países también necesitan la ayuda de los farmacéuticos, profesional esencial para que los sanitarios puedan atender las distintas necesidades de los enfermos.
Esta realidad la conoce muy bien David Roca, presidente de la Fundación El Alto que lleva más de 15 años formando a los farmacéuticos de distintos hospitales africanos con un fin: que tengan un laboratorio de formulación magistral en el que puedan elaborar la medicación necesaria para cada paciente.
Esta fundación ha sido una de las cinco organizaciones que ha seleccionado el Consejo General de Colegios Farmacéuticos en la vigésimo segunda convocatoria de ayudas de cooperación al desarrollo, obteniendo una dotación económica de 8.400 euros destinada a la capacitación técnica de los alumnos de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Makerere y a seguir desarrollando el proyecto de mejora farmacéutica en el Hospital Saint Joseph de Kitgum.
“Para nosotros, el Consejo supone un financiador muy importante y que nos ha ayudado de manera económica en distintas ediciones desde el año 2007, siendo una de las más importantes para nosotros la de 2019”, ha explicado David Roca.
Inicios llenos de inclusión
Para poder entender la labor que actualmente desarrolla la Fundación El Alto en Etiopía, Chad y Uganda, hay que conocer los motivos que le llevaron a Roca a levantar esta organización que actualmente la componen 120 personas y en la que la farmacia y el paciente son los pilares esenciales.
David, un farmacéutico con mucha inquietud y ganas de luchar por la inclusión, decidió en 2005, cuando se graduó en su máster en Ortopedia, viajar a Etiopía para ayudar a personas con lepra y fabricar prótesis y órtesis que les ayudaran a poder realizar su vida de manera autónoma. La experiencia fue muy buena, pero detectó una falta sanitaria: la farmacia no funcionaba correctamente. Así que decidió embarcarse en un proyecto ilusionante que le permitiera corregir esa deficiencia.
“En 2006, junto a otros amigos y con la ayuda de mi familia, conseguí el capital necesario para fundar la fundación y comenzar el primer proyecto, que fue la remodelación del servicio de Farmacia del Hospital de Gambo, en Etiopía”.
Desde el inicio, David ha tenido claro cuáles son los tres pilares fundamentales para que los proyectos alcancen el éxito esperado: organizar de manera correcta el servicio de la farmacia hospitalaria que controla el stock de medicamentos y atiende las necesidades de los pacientes ingresados; el impulso de la farmacia comunitaria que se encarga de los pacientes ambulatorios; y la creación del sistema de laboratorio de formulación magistral.
Cuando la luz eléctrica está a 10 kilómetros pero no llega al hospital
Después de lograr sus primeros éxitos en Etiopía, la fundación decidió abrir otro segundo proyecto en Chad, en el hospital de Saint Joseph de Bebdjia, donde decidió implantar el mismo modelo aunque los inicios fueron complicados.
“Aunque estábamos a 10 kilómetros de las explotaciones petroleras, en el hospital no había luz. Y eso que el dinero de las explotaciones iba al gobierno. Pero conseguimos montar nuestro laboratorio, un éxito que se ha llevado distintos galardones por la complejidad que nos supuso”, explica el farmacéutico que añade que, después de 11 años en Chad, actualmente realizan tareas de supervisión y colaboración, ya que la farmacia del hospital ya es independiente.
Aun con todas las dificultades que tenían en aquel momento, la Fundación El Alto se embarcó en otro hospital más, en esta ocasión en Uganda, en el Hospital de Kitgum, uno de los mayores retos que han tenido ya que aterrizaron justo cuando había terminado la Guerra Civil en 2013.
“El hospital tiene más de 250 camas, considerado allí como un hospital muy grande. Era un reto, pero nos permitió llegar a mucha más gente y sobre todo trabajar con los pacientes refugiados de Sudán del Sur”, explica.
Como en anteriores ocasiones, la fundación comenzó a trabajar en la farmacia con los profesionales pero además sumaron un nuevo objetivo: ayudar a formar a los futuros farmacéuticos ante la petición de la Universidad de Gulu para que sus estudiantes realizaran las prácticas en el servicio farmacológico.
Ante esta integración, la Universidad de Makerere, la quinta más prestigiosa de África y de la que salen los profesionales más cualificados para llevar la farmacia pública y privada del país, invitó a la fundación a formar parte del claustro y de su laboratorio, además de ofrecer estancias a profesores para que los alumnos conozcan de primera mano los últimos avances en medicina y para que consigan elaborar las medicinas para cada paciente con las dosis necesarias.
El laboratorio de formulación magistral, el ingrediente esencial en esta aventura
Desde el primer momento, David Roca se dio cuenta de la necesidad que los farmacéuticos africanos tenían de ofrecer a sus pacientes la medicación necesaria en función de la dolencia o enfermedad. Hasta ese momento, seguían trabajando con fármacos genéricos en los que las dosis eran iguales y no tenían las suficientes herramientas para modificarlas.
“Hay que reconocer que los farmacéuticos locales de nuestros proyectos tienen ganas y trabajan con una calidad excelente y cumplen con una rigurosidad espectacular. Quieren compartir contigo sus conocimientos y seguir formándose de una manera técnica”, describe David.
Esta situación le llevó a implantar el laboratorio de formulación magistral en los hospitales en los que están. Él lo define de manera sencilla como “un laboratorio donde adaptar las dosis. No es lo mismo un adulto que un niño. Técnicamente la farmacia está capacitada y la medicación es un auténtico tesoro”.
Esta implantación ha supuesto un cambio drástico en la manera de trabajar y, ante todo, conseguir curar y salvar a pacientes con fármacos preparados por ellos mismos sin la necesidad de traer uno ya preparado de Europa, con los altos costes económicos que conlleva su traslado.
Gracias a la ayuda del Consejo General Farmacéutico, la fundación podrá seguir desarrollando este proyecto en Uganda y el desarrollo de las prácticas de los estudiantes de la Universidad de Makerere en este hospital.
“La pandemia ha hecho que nos pongan frente al espejo de la realidad”
Lo que más le pesa a David es el parón que han tenido que hacer desde el 2020 ante la llegada del COVID-19 a todo el mundo. “Tuvimos que repatriar a España a todos los farmacéuticos que teníamos en los proyectos y es ahora, cuando estamos comenzando a prepararnos para volver a ellos”.
Pero en ningún momento han estado solos los profesionales, ya que gracias a las nuevas tecnologías han sido telesupervisados por los cooperantes de nuestro país, ayudándoles en los procesos y protocolos a distancia.
Sin embargo, ante el COVID-19 poco han podido hacer, ya que las vacunas no han llegado y la pandemia ha puesto de manifiesto la situación que en 2018 ya denunciaron. “Europa no puede tener un correcto desarrollo si no hay industrialización y acceso a la medicación. En aquel momento nos decían que estábamos locos y que éramos unos románticos, pero la pandemia ha hecho que nos pongan frente al espejo de la realidad”.
Trabajar con el paciente y tenerlo como centro
Todos los componentes de la Fundación El Alto tienen claro que el paciente es el centro de su trabajo y por ello han seguido estudiando otras vías que les permita seguir ayudando en materia sanitaria. Según nos ha avanzado Roca, el nuevo proyecto consiste en la implantación de un laboratorio de microbiología en la Universidad de Gambo en la que trabajarán profesionales de la farmacia junto a médicos gracias al acuerdo que han alcanzado con el departamento que gestiona el Máster de Medicina Tropical de la Universidad Autónoma de Madrid.
“Los farmacéuticos deben saber que nuestro trabajo nos permite vivir en las vidas humanas Cuando ves que un medicamento que haces en medio de Uganda en vez de aquí funciona es satisfactorio y te das cuenta que si se quiere, las cosas se pueden hacer. Después de 15 años, me quedo con una valoración muy positiva por la parte farmacéutica y humana. Me siento muy orgulloso de lo que estamos haciendo y de coordinar un equipo humano y sobre todo del apoyo que tengo por parte de mi mujer y mi hija, que aunque es pequeña me ayuda mucho”, concluye Roca.